En la indiferencia silente del atardecer pampeano, un vasco canta.
Recuerda cuestas y pendientes rocosas y valles quietos o aldeas pueriles.
La voz es mala, el afinamiento orillea. El ritmo de la guadaña descogota la canción, a cada cadencia ondulosa, que nada es, en la indiferencia llana del atardecer pampeano.
Las ovejas balan volviendo al encierro, el vasco...