•  ¡No te amedrente el ponzoñoso dardo
     de turba vil, que con rencor bastardo
     te provoca y te insulta!; ¡firme lidia!...
     ¡Porque jamás vio el mundo, oh noble bardo,
     fuego sin humo, gloria sin envidia!

  • A su paso por Ambato.

    I

    ¿Qué misteriosa magia, dulcísimo poeta,
    se encierra en tu inflamado y hermoso corazón,
    que el mío deleitando le atrae, le sujeta,
    y al par le comunica su fuego abrasador?

    ¿Por qué del alma tuya la mía aficionada
    quisiera a sus destinos los suyos aunar,
    y en su delirio insano verse a la vez lanzada...