Como otras veces cuando la angustia
le finge graves cosas hurañas,
la infeliz dijo, después que el rojo
vómito tibio mojó la almohada,
las mismas quejas de febriciente,
las mismas quejas entrecortadas
por el delirio, las que ella arroja
como un detritus de la garganta.
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Señor, mi queja es ésta,
Tú me comprenderás:
De amor me estoy muriendo,
Pero no puedo amar.Persigo lo perfecto
En mí y en los demás,
Persigo lo perfecto
Para poder amar.Me consumo en mi fuego,
¡Señor, piedad, piedad!
De amor me estoy muriendo,
¡Pero no puedo amar!