• ¡Oh qué gratas las horas de los tiempos lejanos
    en que quiso la infancia regalarnos un cuento!
    Dormida por centurias en un bosque opulento,
    despertaste a la blanda caricia de mis manos.

    Y después, sin que fueran los barbudos enanos
    o las almas en pena a turbar el contento
    del señorial palacio, en dulce arrobamiento
    unimos nuestras vidas como buenos...