• Yo tuve, en tierra adentro, una novia muy pobre:
    ojos inusitados de sulfato de cobre.
    Llamábase María; vivía en un suburbio,
    y no hubo entre nosotros ni sombra de disturbio.
    Acabamos de golpe: su domicilio estaba
    contiguo a la estación de los ferrocarriles,
    y ¿qué noviazgo puede ser duradero
    entre campanadas centrífugas y silbatos febriles?

    El...