• Viajaba. El paisaje en medio del cual me había colocado tenía grandeza y nobleza irresistibles. Algo de ellas se comunicó sin duda en aquel momento a mi alma. Revoloteaban mis pensamientos con ligereza igual a la de la atmósfera; las pasiones vulgares, como el odio y el amor profano, aparecíanseme ya tan alejadas como las nubes que desfilaban por el fondo de los abismos, a mis pies; mi alma...

  • -Lindo perro mío, buen perro, chucho querido, acércate y ven a respirar un excelente perfume, comprado en la mejor perfumería de la ciudad.

    Y el perro, meneando la cola, signo, según creo, que en esos mezquinos seres corresponde a la risa y a la sonrisa, se acerca y pone curioso la húmeda nariz en el frasco destapado; luego, echándose atrás con súbito temor, me ladra, como si me...

  • El sol se ha cubierto con un crespón. Como él,
    ¡Oh, Luna de mi vida! arrópate de sombra;
    Duerme o fuma a tu agrado; permanece muda, sombría,
    Y húndete íntegra en el abismo del Hastío;

    ¡Te amo así! Sin embargo, si hoy tú deseas,
    Como un astro eclipsado que sale de la penumbra,
    Pavonearte en los lugares que la Locura obstruye,
    ¡Está bien! Delicioso...

  • Un puerto es morada encantadora para un alma cansada de las luchas de la vida. La amplitud del cielo, la arquitectura móvil de las nubes, el colorido cambiante del mar, el centelleo de los faros, son prisma adecuado maravillosamente para distraer los ojos sin cansarlos nunca. Las formas esbeltas de los navíos de aparejo complicado, a los que la marejada imprime oscilaciones armoniosas, sirven...

  • Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos. Cierto día, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirtió que se le había olvidado el reloj, y le preguntó a un chiquillo qué hora era.

    El chicuelo del Celeste Imperio vaciló al pronto; luego, volviendo sobre sí, contestó: «Voy a decírselo.» Pocos instantes después presentose de nuevo, trayendo un gatazo, y mirándole, como...

  • ¡Reloj! ¡Divinidad siniestra, horrible, impasible,
    Cuyo dedo nos amenaza y nos dice: ¡Recuerda!
    Los vibrantes Dolores en tu corazón lleno de terror
    Se plantarán pronto como en un blanco;

    El Placer vaporoso huirá hacia el horizonte
    Tal como una sílfide hacia el fondo del pasillo;
    Cada instante te devora un trozo de la delicia
    Acordada a cada hombre...

  • ¿Qué es lo que Dios hace, entonces, de esta oleada de anatemas
    Que sube todos los días hacia sus caros Serafines?
    ¿Cómo un tirano ahíto de manjares y de vinos,
    Se adormece al suave rumor de nuestras horrendas blasfemias?

    Los sollozos de los mártires y de los ajusticiados,
    Son, sin duda, una embriagadora sinfonía,
    Puesto que, malgrado la sangre que su...

  • El hombre tiene, para pagar su rescate,
    Dos campos de toba profundos y ricos,
    Que es preciso que remueva y desmonte
    Con el hierro de la razón;

    Para obtener la menor rosa,
    Para arrancar algunas espinas,
    Lágrimas amargas de su frente gris
    Sin cesar es preciso que riegue;

    Uno es el Arte, y el otro el Amor.
    —Para rendir el juicio propicio,...

  • A lo largo del viejo faubourg, donde penden en las casuchas
    Las persianas, abrigo de secretas lujurias,
    Cuando el sol cruel cae con trazos redoblados
    Sobre la ciudad y los campos, sobre los techos y los trigales,
    Yo acudo a ejercitarme solo en mi fantástica esgrima,
    Husmeando en todos los rincones las sorpresas de la rima.
    Tropezando sobre las palabras como...

  •      A la montaña he subido, satisfecho el corazón.
    En su amplitud, desde allí, puede verse la ciudad:
    un purgatorio, un infierno, burdel, hospital, prisión.

         Florece como una flor allí toda enormidad.
    Tú ya sabes, ¡oh Satán, patrón de mi alma afligida,
    que yo no subí a verter lágrimas de vanidad.

         Como el viejo libertino busca a la vieja querida,...