Es muy triste estar solo,
oir cómo se queja obstinadamente el viento
y remontar los tiempos.
Pero no puedo,
solo, yo, no puedo.
Venid vosotros,
Luis, Alberto, Mario,
venid a detener los días,
y entre los días, sólo aquella tarde.
Porque ya no olvido,
ni he de olvidar tampoco,
la tarde en que por una calle apareciste.
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