• Tu paz -¡oh paz de cada día!-
    y mi dolor que es inmortal,
    se han de casar, Amada mía,
    en una noche cuaresmal.

    Quizá en un Viernes de Dolores
    cuando se anuncian ya las flores
    y en el altar que huele a lirios
    el casto pecho de María
    sufre por los siete martirios;
    mientras la luna, Amada mía,
    deja caer sus tenues franjas
    de luz de...