A veces melancólico me hundo
en mi noche de escombros y miserias,
y caigo en un silencio tan profundo
que escucho hasta el latir de mis arterias.
Más aún: oigo el paso de la vida
por la sorda caverna de mi cráneo,
como un rumor de arroyo sin salida,
como un rumor de río subterráneo.
Entonces presa de pavor, y yerto
como un cadáver, mudo...