• Yo digo para mí: por fin escapo al ruido;
    nadie me ve que voy a la nave sagrada.
    Altas sombras acuden,
    y Darío que pasa con su lira enlutada.

    Con paso innumerable sale la dulce Musa,
    y a ella van mis ojos, cual polluelos al grano.
    La acosan tules de éter y azabaches dormidos,
    en tanto sueña el mirlo de la vida en su mano.

    Dios mío, eres...