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    Si la sangre también, como el cabello,
    con el dolor y el tiempo encaneciera,
    mi sangre, roja hasta el carbunclo, fuera
    pálida hasta el temor y hasta el destello.

    Desde que me conozco me querello
    tanto de tanto andar de fiera en fiera
    sangre, y ya no es mi sangre una nevera
    porque la nieve no se ocupa de ello.

    Si el tiempo y el...