¡Princesa, cómo envidio la suerte de esa Hebe
que de la taza sube hasta tus labios grana!
Mas quien no es ni aún abate, ni a desear se atreve
ver su desnudo en rosa sobre tu porcelana.
 
Yo no soy el cojín que dibuja tu codo
ni el carmín de tus labios, ni tu...