Mi rostro juvenil sombreando apenas,
el bozo aparecía,
¡ay! entonces sentía
¡sí! cuando sonreía
correr mis horas de contento llenas.

Jamás la pena ni el dolor mi pecho
habían lacerado;
tranquilo, sosegado
de mí mismo vivía satisfecho.

Con...

¡Ay, cómo el llanto de mis ojos quema!...
¡Cuál mi mejilla abrasa!...
¡Cómo el rudo penar que me envenena
mi corazón traspasa!

Cómo siento el pesar del alma mía
al empuje violento
del dulce y triste recordar de un día
que pasó como el viento...

Yo amo el recuerdo de esas épocas desnudas,
En que Febo se complacía en dorar las estatuas,
Cuando el hombre y la mujer en su agilidad
Gozaban sin mentira y sin ansiedad,
Y, el cielo amoroso acariciándoles el lomo,
Desplegaban la salud de su noble máquina.
...