Al pronunciar tu nombre, hija querida,
puros están mis labios y mi alma,
pasadas las tormentas de la vida
miro ya al Cielo con serena calma.
De cuanto amé y creí con fe y empeño
sólo dos cosas en mi pecho abrigo:
mi amor al bien, que fue mi primer sueño,...
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En el ruinoso claustro bizantino |
El cisne que navega |
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Para curarme el esplín |
Me miraste, alma mía, |