A Miguel Ángel Barona

Guárdate tus sonrisas: mi corazón hastiado,
como fruto en sazón, a la tierra se inclina;
la senda ha sido larga, amiga: estoy cansado,
y quisiera gozar de mi hora vespertina.

Odio...

¡De nuevo son las rosas de Octubre, Otoño mío...!
Han escondido el sol en una cueva obscura...
y los pálidos dedos del inmortal Hastío
estrujan –rosa seca– mi pasada ventura.

¡Lacerante recuerdo de la extinta dulzura
que torna vanamente al corazón vacío...!
...