A Miguel Ángel Barona
Guárdate tus sonrisas: mi corazón hastiado,
como fruto en sazón, a la tierra se inclina;
la senda ha sido larga, amiga: estoy cansado,
y quisiera gozar de mi hora vespertina.
Odio aquellos amores de folletín: mi herida
no mendiga limosnas de piedades ajenas.
Yo tengo una tragedia, y se llama Mi vida:
para escribirla usé la sangre de mis venas.
Mi otoño anticipado me vuelve reflexivo;
me encuentras casi triste, sereno, pensativo;
no siento las delicias del flirt, es la verdad.
Mi espíritu se orienta hacia la eterna aurora,
hasta que la clepsidra de Dios anuncie la hora
de ser con mi Señor para la eternidad.