• Anoche, unos abriles granas capitularon
    ante mis mayos desarmados de juventud;
    los marfiles histéricos de su beso me hallaron
    muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.

    Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron
    una tarde amaranto que dije un canto a sus
    cantos; y anoche, en medio de los brindis, me hablaron
    las dos lenguas de sus senos abrasadas...