De la anhelada victoria
perdida ya la esperanza,
podrá tan solo la muerte
aliviar nuestra desgracia.
Al fuego de los cristianos
es la resistencia vana,
y todo cede ante el filo
de sus cortantes espadas.
A sus golpes formidables
tal vez sucumbido haya
el más valiente cacique
de la tierra de Agueinaba;
sin su aliento...