• Ella, la que acompaña
    siempre mi soledad, subió conmigo
    una tarde de abril a la montaña,
    y, junto al bosque amigo
    de los antiguos robles corpulentos,
    entrambos sin testigo,
    con débiles acentos,
    dimos nuestros coloquios a los vientos.

    YO
    ¡Cómo al cálido beso
    del sol, la tierra toda estremecida
    palpita y siente el corazón opreso...