• Te haré una rima de encaje con sutil hilo de luna,
    cantaré a tus ojos puros una canción de cristal
    y soñaré con el coro de tus cabellos en una
    mañana primaveral.
    (...)
    Te evocaré yo a la grupa de un negro corcel de ensueño.
    conducido por el mago caballero Lohengrín.
    Tendrán tus hondas pupilas ese místico beleño
    de las vírgenes del Rhin.

    ...

  • ¡Oh, cómo te miraban las tinieblas,
    cuando ciñendo el nudo de tu abrazo
    a mi garganta, mientras yo espoleaba
    el formidable ijar de aquel caballo,
    cruzábamos la selva temblorosa
    llevando nuestro horror bajo los astros!
    Era una selva larga, toda negra:
    la selva dolorosa cuyos gajos
    echaban sangre al golpe de las hachas,
    como los miembros de...

  • Para ti mi pensamiento,
    para ti mi corazón;
    para ti, flor de tormento,
    mi pasión.

    Y que dos cercos violados
    que a tus ojos hechizados
    aureolan de suplicios,
    viertan en mí, alucinados
    maleficios.

    Porcelana de ilusiones
    tu palidez...
    Me da claustrales visiones
    tu languidez...
    y tu labio purpurado
    que has mojado...

  • ¡Oh! tarde dolorosa que con tu cielo de oro
    finges las alegrías de un declinar de estío.
    ¡Tarde! Las hojas secas en su doliente coro
    van llenando mi alma de un angustioso frío.

    La risa de la fuente me parece ser lloro;
    el aire perfumado tiene aliento de lirios;
    añoranzas me llegan de unos viejos martirios
    y a mi mente se asoman unos ojos que adoro...

  • Una tela de araña temblorosa
    bajo el pálido beso de la luna.
    Una rosa otoñal, un lirio, una
    rosa que se deshoja silenciosa.

    La queja apasionada y dolorosa
    de Pierrot que suplica. La importuna
    serenata fatal que la Fortuna
    va cantando fugaz y veleidosa.

    Ronda armoniosa de mujeres. Ronda
    acariciante y apacible bajo
    el arábigo encaje...

  • Mes de alegría. Brisas de aromas
    y melodías tuvo al llegar;
    galas variadas las mariposas,
    pureza el fuego, grandeza el mar;
    y esas lágrimas
    que no son tristes,
    ¡la mocedad!

    Mes de tristeza. La calavera
    tuvo el misterio en su mirar;
    monotonía los arenales,
    fin presto el humo, pena el llegar;
    y esa sonrisa
    que no es alegre...

  • Para Carmen Rosa

    En el blanco cementerio
    fue la cita. Tú viniste
    toda dulzura y misterio,
    delicadamente triste…

    Tu voz fina y temblorosa
    se deshojó en el ambiente
    como si fuera una rosa
    que se muere lentamente…

    Íbamos por la avenida
    llena de cruces y flores
    como sombras de ultravida
    que renuevan sus amores.

    ...
  • Al señor don Ernesto de Noboa y Caamaño!
    Límpido caballero de la más limpia hazaña
    que en le Época de Oro fuera grande de España
    y que en la inquietud loca de estos tiempos, huraño
    tornóse, y en el campo cultiva su agrio esplín.
    Hermano-poeta, esta vida de Quito,
    estúpida y molesta, está hoy insoportable
    con su militarismo idiota e inaguantable.
    ...

  • Era un sueño muy dulce y lejano...
    En la verde y floreada alameda
    con la vaga tristeza de un piano
    se juntaba el frúfré de tu seda.

    El camino era largo; las flores,
    se inclinaban, la luna dormía,
    despertaban mis locos amores
    de una vieja y letal atonía.

    ¡Oh, qué larga, qué triste avenida!
    y ninguno pensaba en el viaje,
    yo llevaba tu...

  •    I
    Vistió mi juventud oro y brocado.
    En su copa de púrpura embozada,
    la mano sobre el pomo cincelado
    de su sutil y florentina espada,

    la blanca pluma del chambergo al viento,
    al luar de las noches estivales
    bajo la esbelta ojiva de un convento
    mustió sus primeros madrigales.

    Y hubo una faz seráfica y radiosa
    que tras la...