• Casi, entro en la inmortalidad.

    Esto me pasó, de veras, una noche solitaria, luego de extensos amoríos con mi piano (ese armario de notas) y lecturas poetificantes a voz en cogote.

    Sentíame singularmente poderoso. Veinte años, robustos, me centrifugaban hacia la gloria y admiraba mi individuo como una de las peregrinas facturas de naturaleza.

    Dormí seguro de un porvenir...