• ¡Día de dolor
    aquel en que vuela
    para siempre el ángel
    del primer amor!

  • ¿Cómo decía usted, amigo mío?
    ¿Que el amor es un río? No es extraño.
    Es ciertamente un río
    que uniéndose al confluente del desvío,
    va a perderse en el mar del desengaño.

  • Pues tu cólera estalla,
    justo es que ordenes hoy ¡oh Padre Eterno!
    una edición de lujo del infierno
    digna del guante y frac de la canalla.

  • En el kiosco bien oliente
    besé tanto a mi odalisca
    en los ojos, en la frente,
    y en la boca y las mejillas,
    que los besos que le he dado
    devolverme no podría
    ni con todos los que guarda
    la avarienta de la niña
    en el fino y bello estuche
    de su boca purpurina.

  • Bota, bota, bella niña,
    ese precioso collar
    en que brillan los diamantes
    como el líquido cristal
    de las perlas del rocío
    matinal.
    Del bolsillo de aquel sátiro
    salió el oro y salió el mal.
    Bota, bota esa serpiente
    que te quiere estrangular
    enrollada en tu garganta
    hecha de nieve y coral.

  • Puso el poeta en sus versos
    todas las perlas del mar,
    todo el oro de las minas,
    todo el marfil oriental;
    los diamantes de Golconda,
    los tesoros de Bagdad,
    los joyeles y preseas
    de los cofres de un Nabad.
    Pero como no tenía
    por hacer versos ni un pan,
    al acabar de escribirlos
    murió de necesidad.