• En el derruido muro
    de la huerta del convento,
    en un agujero oscuro
    donde, al pasar, silba el viento,

    y, como una dolorida
    queja a las piedras arranca,
    hay, en el fondo, escondida
    una calavera blanca.

    De algún fraile soñador
    de vida ejemplar y bella
    y dedicada al Señor,
    en el mundo única huella.

    Abre los ojos, sin fondo...