• Leyendo un claro día
    mis bien amados versos,
    he visto en el profundo
    espejo de mis sueños
    que una verdad divina
    temblando está de miedo,
    y es una flor que quiere
    echar su aroma al viento.
    El alma del poeta
    se orienta hacia el misterio.
    Sólo el poeta puede
    mirar lo que está lejos
    dentro del alma, en turbio
    y mago...

  • Tus ojos me recuerdan
    las noches de verano,
    negras noches sin luna,
    orilla al mar salado,
    y el chispear de estrellas
    del cielo negro y bajo.
    Tus ojos me recuerdan
    las noches de verano.
    Y tu morena carne,
    los trigos requemados
    y el suspirar de fuego
    de los maduros campos.
    Tu hermana es clara y débil
    como los...

  • Lejos de tu jardín quema la tarde
    inciensos de oro en purpurinas llamas,
    tras el bosque de cobre y de ceniza.
    En tu jardín hay dalias.
    ¡Mal haya tu jardín! ... Hoy me parece
    la obra de un peluquero,
    con esa pobre palmerilla enana,
    y ese cuadro de mirtos recortados...,
    y el naranjito en su tonel... El agua
    de la fuente de piedra
    no...

  • La calle en sombra. Ocultan los altos caserones
    el sol que muere; hay ecos de luz en los balcones.
    ¿No ves, en el encanto del mirador florido,
    el óvalo rosado de un rostro conocido?
    La imagen, tras el vidrio de equívoco reflejo,
    surge o se apaga como daguerrotipo viejo.
    Suena en la calle sólo el ruido de tu paso;
    se extinguen lentamente los...

  • La casa tan querida
    donde habitaba ella,
    sobre un montón de escombros arruinada
    o derruida, enseña
    el negro y carcomido
    maltrabado esqueleto de madera.
    La luna está vertiendo
    su clara luz en sueños que platea
    en las ventanas. Mal vestido y triste,
    voy caminando por la calle vieja.

  • La Mancha y sus mujeres... Argamasilla, Infantes,
    Esquivias, Valdepeñas. La novia de Cervantes,
    y del manchego heroico, el ama y la sobrina
    —el patio, la alacena, la cueva y la cocina,
    la rueca y la costura, la cuna y la pitanza—,
    la esposa de don Diego y la mujer de Panza,
    la hija del ventero, y tantas como están
    bajo la tierra, y tantas que son y...

  • La tarde caía
    triste y polvorienta.
    El agua cantaba
    su copla plebeya
    en los cangilones
    de la noria lenta.
    Soñaba la mula,
    ¡pobre mula vieja!,
    al compás de la sombra
    que en el agua suena.
    La tarde caía
    triste y polvorienta.
    Yo no sé qué noble,
    divino poeta,
    unió a la amargura
    de la eterna rueda...

  • La plaza y los naranjos encendidos
    con sus frutas redondas y risueñas.
    Tumulto de pequeños colegiales
    que, al salir en desorden de la escuela,
    llenan el aire de la plaza en sombra
    con la algazara de sus voces nuevas.
    ¡Alegría infantil en los rincones
    de las ciudades muertas!...
    ¡Y algo nuestro de ayer, que todavía
    vemos...

  • La primavera besaba
    suavemente la arboleda,
    y el verde nuevo brotaba
    como una verde humareda.
    Las nubes iban pasando
    sobre el campo juvenil...
    Yo vi en las hojas temblando
    las frescas lluvias de abril.
    Bajo ese almendro florido,
    todo cargado de flor
    —recordé—, yo he maldecido
    mi juventud sin amor.
    Hoy, en...

  • ¡Oh la saeta, el cantar
    al Cristo de los gitanos,
    siempre con sangre en las manos
    siempre por desenclavar!
    ¡Cantar del pueblo andaluz
    que todas las primaveras
    anda pidiendo escaleras
    para subir a la cruz!
    ¡Cantar de la tierra mía,
    que echa flores
    al Jesús de la agonía,
    y es la fe de mis mayores!
    ¡Oh, no eres tú mi cantar!...