Salve, lumbrera bella de la callada noche,
henchido de entusiasmo te mira el corazón,
vertiendo placentera desde tu excelso coche
consuelos al que gime y al bardo inspiración.
El pecho palpitando de gozo y alegría
te ofrece enardecido sus cánticos de amor,
que a mí me cansa, ¡oh luna!, la claridad del día,
me oprime su hermosura, me mata su...