• Me impongo la costosa penitencia
    de no mirarte en días y días, porque mis ojos,
    cuando por fin te miren, se aneguen en tu esencia
    como si naufragasen en un golfo de púrpura,
    de melodía y de vehemencia.

    Pasa el lunes, y el martes, y el miércoles... Yo sufro
    tu eclipse ¡oh criatura solar! mas en mi duelo
    el afán de mirarte se dilata
    como una...