• Pues estoy condenada,
    Fabio, a la muerte, por decreto tuyo,
    y la sentencia airada
    ni la apelo, resisto ni la huyo,
    óyeme, que no hay reo tan culpado
    a quien el confesar le sea negado.

    Porque te han informado,
    dices, de que mi pecho te ha ofendido,
    me has, fiero, condenado.
    ¿Y pueden, en tu pecho endurecido
    más la noticia...