• Dejadme recordar; y en ese limbo
    en que agitan sus alas los amores,
    y suspiran insólitos rumores,
    que el alma sabe traducir no más,
    las palmas donde duermen los recuerdos
    abaniquen mi frente soporosa,
    que, al beso de su brisa mentirosa
    en un seno de amor se dormirá.

    ¡Qué dulce realidad la del recuerdo,
    vaga ilusión que a otra ilusión imita...

  • El alma anhela amor: ley es del cielo;
    y anhela aborrecer: ley de la tierra...
    Odio y amor, indefinible anhelo,
    que, del hombre infeliz, la historia encierra.
    Infeliz yo no soy, mas que un desvelo,
    una ilusión mi bienestar destierra.
    ¿Amaré a mi verdugo? Tengo miedo...
    Odiar a mi ilusión... ¡Ah! no, no puedo!

    Y ella acibara sin piedad mi vida;...

  • ¡A las flores emblema de la muerte,
    las llaman siemprevivas!...
    ¿O será porque el vaho de las tumbas
    sus ya marchitas hojas no marchita?

    Al no poder llorar, ríen los hombres,
    y, al mirarlos pasar, causan envidia.
    ¡Siemprevivas! si el bien tiene su llanto,
    también tiene el dolor su amarga risa.

  • Perfume de una flor que, al desprenderse,
    ni una hoja de sus pétalos lastima;
    tibio efluvio de luna de verano
    que en el disco plateado se destila;
    calor de una mirada de ternura
    que atraviesa inocente unas pupilas;
    roce de un alma que, buscando otra alma,
    en sí misma sin ruido se desliza:
    ...

  • Tomo tus flores secas; pienso y lloro...
    Al reclinar en ellas mi cabeza,
    ¿por qué siento un almohada de pureza,
    de frescura, de aroma, de ilusión?
    Es que el recuerdo y el tranquilo llanto,
    vestales que custodian los amores,
    dan vida y dan perfumes a las flores
    que la nieve del tiempo marchitó.