• «Quien coja audaz el fruto de la ciencia
    perderá el Paraíso.»
    Tal fue del cielo eterna la sentencia.
    ¡Ay!, ¡infeliz de aquel a quien consume
    la llama de su genio! ¡Ay de quien quiso
    ceñir laurel amargo y sin perfume!
    Que hoy no evita la frente que lo lleva,
    cual otro tiempo, el rayo; hoy es la fama
    un crimen: ¡ay del que a su altar se atreva!...