• Era la hora solemne del ocaso:
    y yo que el vagabundo paso lento
    iba moviendo pensativo, acaso,
    por donde un día alzábase el sangriento
    Sagrado Tribunal, detuve el paso
    al pie del majestuoso monumento
    que alzó mi patria al héroe sin segundo
    a quien debe ser libre nuestro mundo.
    Y cuando los atentos ojos hube
    padecido en él, clamé: «Si a la...