Dominando el rebaño de la humanidad horrenda
mostraban las hirsutas melenas por momentos
los mendigos de azul, perdidos en la senda.
Su estandarte agitaban encenizados vientos
que en sí llevan del mar la divina hinchazón,
y en torno a ellos abrían grandes...
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¡Princesa, cómo envidio la suerte de esa Hebe |
La sombra amenazaba ya con su fatal ley |
Tal cual la Eternidad le reintegra y convierte Con aquel sobresalto de la Hidra que advierte |
NUNCA NI AUN LANZADA EN CIRCUNSTANCIAS ETERNAS ... |