Como un niño Jesús, allá en tu infancia,
dormías junto á mí,
y á perturbar tu sueño no alcanzaba
el cántico del ave en el jardín;
y sobre tí sus alas á los ángeles
los sentía batir,
y yo sobre tu almohada deshojaba
claver, rosa, jazmín;
y lágrimas...
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¡Hablad! ¡hablad, cadáveres! |
No es de admirar que en cólera no estalle. |
El estanque y el hombre son semejantes: |
¡Joven! Espera, espera |
Furiosa tempestad se desataba |
Estúpida Penélope, de sangre bebedora, |
Quienquiera que fueres, óyeme: |
Es grande Lucifer en su caída |