Prostituir al amor.... Llegar artero,
de noche, entre las sombras, recatado
esquivando los pasos y, mañero,
la faz hundida y el embozo alzado.
Tender la escala con la vista alerta,
trepar por la pared que se desgrana,
y adonde todos entran por la puerta,
entrar como ladrón, por la ventana.
Apagada la luz, hablando quedo,
temerosos, convulsos, vergonzantes:
sintiendo juntos el amor y el miedo
contar con avaricia los instantes.
Querer que calle hasta el reloj pausado
que cuelga en la pared, alto y sombrío;
ser joven, ser amante, ser amado
y estando juntos ¡tiritar de frío!
Sentir el hielo que en las venas cunde
cuando los nervios crispa el sobresalto;
y maldecir a luna si difunde
su delatora luz sobre lo alto.
Buscar lo más obscuro de la alcoba
y ver, con vago miedo, las junturas
por donde entra la luz, como quien roba,
cobarde, vil, con antifaz y a obscuras.
Y temblar de pavor si ladra el perro
y si las ondas de la fuente gimen,
de lo que es aire, sol, hacer encierro,
de lo que es derecho, hacer un crimen.
Besar con miedo, sin rumor, aprisa,
ir siempre de puntillas por la alfombra
y si al cristal hizo crujir la brisa,
temblar pensando que una voz nos nombra.
Cuando canta la alondra, retirarse
atravesando la desierta sala,
y suspenso en el aire, deslizarse,
como vil bandolero por la escala.
Haber envenenado una existencia,
convertido en dolores el contento,
y huésped sepulcral de la conciencia,
albergar un tenaz remordimiento.
Ver encenderse su mejilla roja
temiendo acaso que el pavor la venza,
y al hablarle mirar que se sonroja
y que baja los ojos de vergüenza,
ese no es el amor: amor robado,
que se viste de falso monedero;
ese no es el amor que yo he soñado,
y, si ese es el amor, ¡yo no lo quiero!