Sobre nevados riscos levantado
Cerca del Tajo está un lugar sombrío,
En el rigor del hielo tan templado,
Quan fresco en la sazon del seco Estío:
Adonde de tristeza acompañado,
Al son del agua del corriente rio,
Tan dulcemente Tirsi se quejaba,
Que Los peñascos duros ablandaba.
Mil veces de morir determinando,
Los ojos enclavados en el cielo,
Su grave desventura contemplando,
Con lágrimas regando el verde suelo,
Tan ardientes suspiros arrancando,
Que encendieran al mas helado hielo,
Resistir no pudiendo á dolor tanto,
Así soltó la rienda al triste llanto:
Despues que de mis ojos se apartáron
Aquellos, que la luz vuelven obscura,
Ni yo puedo vivir, pues me dexáron,
Ni quiero, aunque pudiese, tal locura;
Y pues me dexan por lo que lleváron
(¡Dolor terrible! ¡estraña desventura!)
Mis males y tristísimos cuidados,
Llorad sin descansar, ojos cansados.
No lloro solamente tu partida,
Aunque es mal que matára solamente:
Lloro ver la esperanza consumida
En quien siempre el deseo es mas ardiente:
Lloro tu rigurosa despedida,
Cuyo rigor terrible mi alma siente,
Y mil males, que encubro desusados:
Llorad sin descansar, ojos cansados.
Qual la agua al rio, al prado la verdura,
La nueva y blanca leche á mi ganado;
Quanto le agrada al monte la espesura,
A la tierra la yerba, y flor al prado,
Tal es, Fili, á mis ojos tu figura;
Y pues de verla estoy desconfiado,
Por rios, campos, montes, tierras, prados.
Llorad sin descansar, ojos cansados.
Ya las Ninfas del Tajo y su rivera
Lloran tan doloroso apartamiento,
Pues no hay sin tí en la tierra primavera,
Ni en las selvas y bosques ornamento.
La casta Diosa desdeñada y fiera,
Esparcido el cabello al fresco viento,
No persigue ya corzos, ni venados:
Llorad sin descansar, ojos cansados.
Pues no puedo seguirte, ¡ay Fili mia!
Siempre te seguirá mi pensamiento:
Morir quiero mil veces cada dia,
Antes que no vivir sin tí en tormento;
Pues quando de te amar tuve osadia,
Tan cierto y breve ví mi perdimiento,
Que me dixéron luego allí mis hados:
Llorad sin descansar, ojos cansados.
Estoy sin tí, do el bien es tan incierto,
Que no podrá creerlo quien lo viere,
La esperanza dudosa, el dolor cierto,
Segun la fuerza con que amor me hiere;
Mas el que por tu mano ha de ser muerto,
No procure morir, pues así muere.
¡Ay, ay remedios por mí mal hallados!
Llorad sin descansar, ojos cansados.
Durmiendo un dia acaso en la floresta,
Vencido del dolor, Fili, soñaba,
Que en el calor ardiente de la siesta
A la sombra de un sauce te hablaba;
Mas fortuna en mi daño firme y presta
Me dió luego á entender, que me engañaba;
Y pues mis bienes son bienes soñados,
Llorad sin descansar, ojos cansados.
Estaba yo diciendo, este no es sueño,
Que el sueño es cosa vana y mentirosa:
Incierto es su placer, siempre es pequeño,
Y en él no hay cosa tal, ni tan sabrosa:
Tambien por otra parte, si no sueño,
¿Cómo está ahora Fili tan piadosa?
¡Ay desengaños por mi mal hallados!
Llorad sin descansar, ojos cansados.
Viéndome á tales términos llegado
Sin culpa, culpo al cielo y mi destino;
Mas del bien, que mis ojos han mirado
En un hermoso rostro, y ser divino,
De haberme á cierta muerte condenado,
Quejarme ahora del cielo, es desatino;
Y pues en el mirar fuisteis osados,
Llorad sin descansar, ojos cansados.
Si no has determinado que yo muera
En tan grave dolor y desventura:
Si la hora no es llegada postrimera,
Y aquella noche eternamente oscura;
Ves aquí un verde valle, una ribera,
Un gentil prado, un bosque de espesura,
Lugares algun tiempo de tí amados,
Llorad sin descansar, ojos cansados.
¡Ay que no entiendo ya do me ha traído
El dolor de no verte, Fili mía!
No sé sino que muero, y he vivido
Muriendo, desque no veo tu alegría:
El fin de mi jornada es ya cumplido:
La oscura noche viene antes que el dia:
Mis términos postreros son llegados:
Llorad sin descansar, ojos cansados.
Que ya os ha puesto Fili en tal estado,
Que el descanso será mi muerte cierta;
Y no sé como tanto se ha tardado:
Pues mi esperanza há tanto que está muerta,
Ausente vivo, triste y desamado,
En parte solitaria, y tan desierta,
Que no serán mis huesos enterrados:
Llorad sin descansar, ojos cansados.
En tan universal pena y tamaña
Muy mal podrá vivir Tirsi contento:
De amargo llanto un rio sus ojos baña,
Y aun le parece corto sentimiento:
Ya no me vale, Fili, fuerza ó mafia
Para tener sin verte sufrimiento;
Y así mis días serán hoy rematados:
Llorad sin descansar, ojos cansados.
Aquí dió fin al llanto y á la vida
El sin ventura triste malogrado,
El dulce pecho de cruel herida
Con agudo cuchillo atravesado,
Queriendo antes de sí ser homicida,
Que sufrir el furor de su cuidado.
La verde yerba por allí sembrada
Tiñó su roja sangre colorada.
Damon, su caro amigo, que escuchando
Estaba el dulce canto doloroso,
Salió de dónde estaba, imaginando
El caso lamentable y lastimoso,
Y al sin ventura Tirsi vió espirando,
Teñido de su sangre y polvoroso:
El nombre amado en vano repetía,
Y con suspiros tristes le decía:
¿Es esta la alegría ¡ay Tirsi amado!
Que le queda á Damon tu firme amigo,
Ver tu lloroso fin arrebatado,
Y quien tanto te amaba por testigo?
¿Por qué no me avisabas de tu estado?
¿Por qué no me llevaste allá contigo?
¿O por qué, pues del todo me dexaste,
Los últimos abrazos me negaste?
¿Qué se dirá de tí, siendo sabido
Tirsi se ha muerto con su propia mano?
Como ya por Eneas la triste Dido,
Todos dirán que fuiste ciego, insano,
Siendo el pastor mas sabio y entendido
De toda esta ribera y verde llano;
De las hermosas Ninfas tan amado.
De las hermanas nueve celebrado,
¿De qué te sirve haber sido excelente
En plantar vides, y en sembrar cebadas,
Y en guardar de los lobos diligente,
Las tiernas ovejuelas descuidadas,
Y haber exercitado cuerdamente
Contiendas pastoriles tan dudadas,
Si al fin, que es lo que loa el curso humano,
Fuiste contigo así tan inhumano?
Tu sanguinoso cuerpo bien labado
En agua clara, envuelto en varias flores,
Debaxo un blanco marmol sepultado
Será, donde se entallen tus loores:
Y no quiero á tu muerte, amigo amado.
Ni á tus obsequias convocar pastores,
Sino quedarme aquí en esta ribera
Lamentando tu muerte hasta que muera.
Aunque escribir yo versos sea locura,
Vencido del dolor, que mi alma siente,
De ver ya hecha tierra tu figura
En tus primeros años crudamente,
En la memoria de tu desventura,
Porque suene tu mal de gente en gente,
En la corteza dura de este pino
Poner este epitafio determino:
Junto de aqueste pino sepultado
Yace el mas sin ventura y venturoso
Pastor, que apacentó jamas ganado
Ribera de este rio caudaloso,
En morir tan temprano desdichado,
Y en amar altamente venturoso.
El mismo se dió muerte de afligido:
La causa no la sé, si amor no ha sido.