Solitario y abatido,
abandonado y enfermo,
tengo una lágrima triste
para bañar tu recuerdo.
A través de los cristales
morir la tarde contemplo,
y al cantar la golondrina
pensando en ti me consuelo.
Miro al pie de los nogales
encima del alto cerro,
el pastor que a breves pasos
va meditando y sonriendo.
Oigo el canto melodioso
de las damas del colegio,
y los acordes del piano
que se esparcen por el viento;
mientras un poco más distante
junto a la puerta del templo,
indiferente transita
el tranquilo pasajero.
Fijo a mi redor la vista,
todo lo estudio y observo,
pero nada en este instante
me presta entretenimiento.
Solo tu imagen hermosa
se aparece con misterio,
y en mi corazón revive
un amor que está en silencio:
Un amor a quien sostienen
después de muy largo tiempo,
entre las penas más tristes
los más deliciosos sueños.
1854