ALBERTO, en el propíleo del tiempo soberano
Donde Renan rezaba, Verlaine cantado hubiera.
Primavera una rosa de amor tiene en la mano
Y cerca de la joven y dulce Primavera
Término su sonrisa de piedra brinda en vano
A la desnuda náyade y a la ninfa hechicera
Que viene a la soberbia fiesta de la pradera
y del boscaje, en busca del lírico Sylvano.
Sobre su altar de oro se levanta la Dea,—
Tal en su aspecto icónico la virgen bizantina—
Toda belleza humana ante su luz es fea;
Toda visión humana, a su luz es divina:
Y esa es la virtud sacra de la divina Idea
Cuya alma es una sombra que todo lo ilumina.
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