I ¡Pobrecita madre! ¡Se murió solita! Cuando vino el cabrero a la choza con la cabra «Galana» parida y el trémulo chivo sin lamer ni atetar todavía, vio a la madre muerta y a la niña viva. Sobre un borriquillo, sobre una angarilla de las del aprisco, se llevaron la muerta querida y él se quedó solo, solo con la niña... La envolvió torpemente en pañales de dura sedija, y amoroso la puso a la teta de la cabra «Galana» parida... -¡«Galana», «Galana»! ¡Tate bien quietita!... ¡Tate asín, que pueda mamar la mi niña!» Y la cabra balaba celosa, por la fiebre materna encendida, y poquito a poquito, la teta fue chupando la débil niñita... ¡Pobre cabritillo! ¡Corta fue tu vida! II Solita en el chozo se queda la niña mientras lleva el pastor las ovejas a pacer por aquellas umbrías. Cerca del chocillo pace la cabrita, nerviosa, impaciente, con susto, con prisa, y si el viento le hiere el oído con rumores de llanto de niña, corre al chozo balando amorosa, se encarama en la pobre tarima, se espatarra temblando de amores, se derringa balando caricias y le mete a la niña en la boca la tetaza henchida que derrama en ella dulce leche tibia... ¡Qué lechera y qué amante la cabra! ¡Qué robusta y qué santa la niña! III ¿Serían los lobos? ¿Algún hombre perverso sería? Una tarde la cabra «Galana», la amante nodriza, se arrastraba a la puerta del chozo mortalmente herida. Allá adentro sonaron sollozos, sollozos de niña, y un horrible temblor convulsivo agitó a la expirante cabrita, que luchó por alzarse del suelo con esfuerzo de angustia infinita. Y en un último intento supremo de sublime materna energía, que arrancó dolorosos acentos de la cencerrilla, y en un largo balido amoroso... ¡se le fue la vida!... IV Ni leche de ovejas ni dulces papillas, ni mimos, ni besos... ¡Se murió la niña! ¡Esta vez quedó el crimen impune! ¡Esta vez no brilló la justicia!
La "Galana"
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