Arroyo cristalino,
que con susurro blando
vas del monte a la selva
y de la selva al prado;
travieso cefirillo,
que con tu aliento grato
mueves hojas y flores
que son gala del campo;
parleras avecillas,
que en trinos regalados,
cuando el sol nace o muere,
llenáis el aire vago;
y cuando vive y crece
en este suelo bajo,
y cuanto se remonta
hasta el cielo estrellado;
todo cuanto florece
en los valles y prados,
y aun las bestias feroces
que son del monte espanto;
todos conmigo unidos
en coros acordados,
celebremos el día
de la que hace mi encanto.