I ¡Viejos olivos sedientos bajo el claro sol del día, olivares polvorientos del campo de Andalucía! ¡El campo andaluz, peinado por el sol canicular, de loma en loma rayado de olivar y de olivar! ¡Son las tierras soleadas, anchas lomas, lueñes sierras de olivares recamadas! Mil senderos. Con sus machos, abrumados de capachos, van gañanes y arrïeros. ¡De la venta del camino a la puerta, soplan vino trabucaires bandoleros! ¡Olivares y olivares de loma en loma prendidos cual bordados alamares! ¡Olivares coloridos de una tarde anaranjada; olivares rebruñidos bajo la luna argentada! ¡Olivares centelleados en las tardes cenicientas, bajo los cielos preñados de tormentas!... Olivares, Dios os dé los eneros de aguaceros, los agostos de agua al pie, los vientos primaverales vuestras flores recamadas; y las lluvias otoñales, vuestras olivas moradas. Olivar, por cien caminos, tus olivitas irán caminando a cien molinos. Ya darán trabajo en las alquerías a gañanes y braceros, ¡oh buenas fuentes sombrías bajo los anchos sombreros!... ¡Olivar y olivareros, bosque y raza, campo y plaza de los fieles al terruño y al arado y al molino, de los que muestran el puño al Destino, los benditos labradores, los bandidos caballeros, los señores devotos y matuteros!... ¡Ciudades y caseríos en la margen de los ríos, en los pliegues de la sierra!... ¡Venga Dios a los hogares y a las almas de esta tierra de olivares y olivares! II A dos leguas de Úbeda, la Torre de Pero Gil, bajo este sol de fuego, triste burgo de España. El coche rueda entre grises olivos polvorientos. Allá, el castillo heroico. En la plaza, mendigos y chicuelos: una orgía de harapos... Pasamos frente al atrio del convento de la Misericordia. ¡Los blancos muros, los cipreses negros! ¡Agria melancolía como asperón de hierro que raspa el corazón! ¡Amurallada piedad, erguida en este basurero!... Esta casa de Dios, decid, hermanos, esta casa de Dios, ¿qué guarda dentro? Y ese pálido joven, asombrado y atento, que parece mirarnos con la boca, será el loco del pueblo, de quien se dice: es Lucas, Blas o Ginés, el tonto que tenemos. Seguimos. Olivares. Los olivos están en flor. El carricoche lento, al paso de dos pencos matalones, camina hacia Peal. Campos ubérrimos. La tierra da lo suyo; el sol trabaja; el hombre es para el suelo: genera, siembra y labra y su fatiga unce la tierra al cielo. Nosotros enturbiamos la fuente de la vida, el sol primero, con nuestros ojos tristes, con nuestro amargo rezo, con nuestra mano ociosa, con nuestro pensamiento —se engendra en el pecado, se vive en el dolor. ¡Dios está lejos!—. Esta piedad erguida sobre este burgo sólido, sobre este basurero, esta casa de Dios, decid, ¡oh santos cañones de von Kluck!, ¿qué guarda dentro?
Los olivos
More from Poet
-
Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!... ¿Adónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero a lo largo del sendero... - La tarde cayendo está-. "En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día: ya no siento el...
-
Yo escucho los cantos de viejas cadencias, que los niños cantan cuando en coro juegan, y vierten en coro sus almas que sueñan, cual vierten sus aguas las fuentes de piedra: con monotonías de risas eternas, que no son alegres, con lágrimas viejas, que no son amargas y dicen tristezas, tristezas...
-
Y podrás conocerte recordando del pasado soñar los turbios lienzos, en este día triste en que caminas con los ojos abiertos. De toda la memoria, sólo vale el don preclaro de evocar los sueños.
-
Y nada importa ya que el vino de oro rebose de tu copa cristalina, o el agrio zumo enturbie el puro vaso... Tú sabes las secretas galerías del alma, los caminos de los sueños, y la tarde tranquila donde van a morir... Allí te aguardan las hadas silenciosas de la vida, y hacia un jardín de eterna...
-
¿Y ha de morir contigo el mundo mago donde guarda el recuerdo los hálitos más puros de la vida, la blanca sombra del amor primero, la voz que fue a tu corazón, la mano que tú querías retener en sueños, y todos los amores que llegaron al alma, al hondo cielo? ¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo...