Tairai-je ces enfants de la rive africaine
Qui cultivent pour nous la terre américaine?
Différents de couleurs, ils ont les memes droits,
Vous memes, contre vous, les armez de vos lois!
(Delille, Poema La Desgracia y la Piedad, canto 1º).
- ¿Y así, cruel pirata, así te alejas,
- robándome tirano
- los hijos y el esposo? ¿Así, inhumano,
- en desamparo y en dolor me dejas?
- ¡Ay! ¡vuelve, vuelve! En mi infeliz cabaña,
- donde te di acogida,
- ¡ve cual me dejas como débil caña
- del huracán violento combatida!
- Vuelve, entrañas de fiera,
- que por mi mal viniste;
- llévame a mí también, y al menos muera
- con mis prendas amadas... Mas, ¡ay triste!
- ya no espero ablandar tu pecho duro
- con lamentos prolijos:
- ¡tú no sientes amor ni tienes hijos!
- ¿Y es posible que el sol resplandeciente
- que ostenta esa bandera
- llegue a estas playas por la vez primera
- a autorizar un crimen tan patente?
- ¡Oh, globo celestial, que esplendoroso
- dominas en las cumbres
- oscurece tu luz, y al monstruo odioso
- sólo sangriento y con horror alumbres!
- Mas ¡ay! ¡qué nueva pena
- descubren ya mis ojos!
- He allí el arco y las flechas, que en la arena
- del asalto traidor fueron despojos.
- ¡Infeliz compañero, tu ignorabas
- que esos blancos altivos
- proclaman libertad, y hacen cautivos!
- De esta suerte la mísera africana
- se queja inútilmente,
- mientras su nave apresta, indiferente,
- el traficante vil de carne humana.
- Y truena el bronce y su clamor repite,
- que el clamar la consuela;
- mas el Águila, en hombros de Anfitrite
- suelta las alas, y al estruendo vuela.
- Al punto, encadenados,
- los cautivos se miran,
- y al fondo del bajel desesperados
- los lanzan sin piedad, y, ellos suspiran;
- mientras que la infeliz desde la peña
- se arroja y da un lamento,
- que en pos de la alta popa lleva el viento.