Solo contigo, y con tu Madre Santa,
Señor y Jesús mio,
Muevo al acaso la insegura planta
Por el páramo frio.
Cárcel mortal entre nevados cerros
Me dieron los tiranos
Porque osé quebrantar los viles hierros
Que arrastran mis hermanos.
A Tí, postrada la rodilla en tierra,
Se alzó mi alma contrita,
Y el grito di de Libertad y Guerra
Que espanta al Moscovita.
Mas cayeron sus bárbaras legiones
Sobre mi patria hermosa,
Como tropel de tigres y leones
A quien el hambre acosa.
Hozes y arados en el yunque ardiente
Troqué en espada y lanza,
Pero en olas de sangre nuevamente
Se ahogó nuestra esperanza!
¡Ay Polonia infeliz! Sólo veo ahora
Por tus campos desiertos,
Cruzar la muchedumbre vencedora
Galopando entre muertos.
Mudo ya el bronce, y del feral combate
El vocerío inmenso,
Aun se oye el trueno del fusil que abate
Al mártir indefenso.
Al pié de los altares el Pagano
A tus hijas agarra,
Las azota con látigo villano
Y sus lutos desgarra.
Arrodillado sobre escombros, ora
El anciano doliente,
Y, preguntando por sus padres, llora
El niño balbuciente!
¡Ay! que tanto dolor y la aspereza
De mi destierro impío,
No turben de mi alma la entereza,
¡No lo quieras, Dios mio!
Firme en tu Fe y en el amor ardiente
De mi patria querída,
Acabe entre estos hielos tristemente
La miserable vida;
Mas no su amigo el déspota me llame,
Mi cuello unciendo al yugo;
Apriételo más bien con cuerda infame
La mano del verdugo;
Y ántes que manche del perjurio el yerro
Mi lengua que te invoca,
Dura tenaza de encendido hierro
La arranque de mi boca.