Al ruiseñor mexicano

Para Angela Peralta Hubo una selva y un nido y en ese nido un jilguero que alegre y estremecido, tras de un ensueño querido cruzó por el mundo entero. Que de su paso en las huellas sembró sus notas mejores, y que recogió con ellas al ir por el cielo, estrellas, y al ir por el mundo; flores. Del nido y de la enramada ninguno la historia sabe; porque la tierra admirada dejó esa historia olvidada por escribir la del ave. La historia de la que un día al remontarse en su vuelo, fue para la patria mía la estrella de más valía de todas las de su cielo. La de aquella a quien el hombre robara el nombre galano que no hay a quien no le asombre para cambiarlo en el nombre de Ruiseñor Mexicano. Y de la que al ver perdido su nido de flores hecho, halló en su suelo querido en vez de las de su nido las flores de nuestro pecho. Su historia... que el pueblo ardiente en su homenaje más justo viene a adorar reverente con el laurel esplendente que hoy ciñe sobre su busto. Sobre esa piedra bendita que grande entre las primeras es la página en que escrita leerán tu gloria infinita las edades venideras. Y que unida a la memoria de tus hechos soberanos, se alzará como una historia hablándoles de tu gloria a todos los mexicanos. Hoy al mirar tus destellos resplandecer de ese modo bien puede decirse de ellos que el nombre tuyo es de aquellos, que nunca muere del todo.

Collection: 
1869

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Goza, goza, niña pura,
mientras en la infancia estás;
goza, goza esa ventura
que dura lo que una rosa.
-Qué, ¿tan poco es lo que dura?
-Ya verás niña graciosa,
ya verás.

Hoy es un vergel risueño
la senda por donde vas;
pero mañana, mi dueño...

Era muy niña María,
todavía,
cuando me dijo una vez:
-Oye, ¿por qué se sonríen
las flores tan dulcemente,
cuando las besa el ambiente
sobre su aromada tez?
-Ya lo sabrás mas delante
niña amante,
le contesté yo, y una mañana,
la niña...

¡Entrad!... en mi aposento
donde sólo se ven sombras,
está una mujer muriendo
entre insufribles congojas...
Y a su cabecera tristes
dos niñas bellas que lloran,
y que entrelazan sus manos
y que gimen y sollozan.
Y la infeliz ya no mira
ni...

A Ch....

¿Quieres oir un sueño?...
Pues anoche
ví la brisa fugaz de la espesura
que al rozar con el broche
de un lirio que se alzaba en la pradera
grabó sobre él un "beso",
perdiéndose después rauda y ligera
de la enramada entre el follaje espeso...

¡Sin lágrimas, sin quejas,
sin decirlas adiós, sin un sollozo!
cumplamos hasta lo último. . . la suerte
nos trajo aquí con el objeto mismo,
los dos venimos a enterrar el alma
bajo la losa del escepticismo.
Sin lágrimas... las lágrimas no pueden
devolver...