Al dolor

Hiere, hiere, ¡oh Dolor! He, aquí desnudo
mi inerme pecho: el protector escudo
que en otro tiempo rechazó tus dardos,
roto en pedazos estalló a tus golpes,
y contra ti ya nada me defiende.
¡A ti me entrego en mi fatal despecho!
Hiere, pues, rompe, hiende,
destroza sin piedad mi inerme pecho.
Pero sabe, oh Dolor, que, aunque rendido,
a ti me doy perdida la esperanza;
no me verás doblar la erguida frente
y el rudo bote de tu ardiente lanza
del corazón herido
no arrancará ni queja ni gemido
ni de su llanto hará correr la fuente.
Y acaso el solo ruego
que escuchen de mis labios tus oídos,
será que de tu brazo formidable
en mí descargues tan tremendo y fuerte
que con sólo ese golpe me des muerte,
dando fin a esta vida miserable.

Collection: 
1853

More from Poet

  • Son tus ojos dos estrellas
    que derraman luz y amores
    celestial;
    y luces entre las bellas,
    como el lirio entre las flores
    virginal.

    Tú, la más linda en la danza,
    tú, la de más gentileza,
    más primor;
    y puestas en la balanza
    mil bellezas...

  • Flota en los aires, de la tarde el velo;
    y al mismo paso que las sombras cunden
    de la atezada noche en el espacio,
    dolorosos y oscuros pensamientos
    nacen dentro del alma y se difunden.

    Contempla, Laura, en el tendido cielo
    esas nubes que vuelan
    ...

  • ¿Qué dices, Laura, de esta flor? ¡Qué hermosos
    sus pétalos en lustre y en color!
    Mira con qué arte agrúpanse graciosos
    del frágil tallo asidos al redor.

    Empero, ve de un soplo disipada
    tanta hermosura... ¡Efímero primor!
    ¿Qué ves ya de la flor? El tallo......

  • Del África abrasada en las arenas,
    de la Siberia en el perenne hielo,
    en la sierra, en el llano,
    del polo al ecuador; con larga mano,
    cual las estrellas pobló su vasto cielo,
    así los espació Dios Soberano
    por toda la ancha faz del grande suelo.

    Nacen...

  • Cuatro estaciones hay en nuestra vida
    como en el año, Laura:
    Una en que el cielo es puro, mansa el aura,
    que corre entre las flores adormida:
    ésta es aquella dulce edad primera,
    de nuestra vida alegre primavera.

    Tras ésta viene aquella que aquilones
    tan...