Ya que me abandonaste, ¡oh tú, esperanza!, «volved a mí», les dije a mis recuerdos; mas mi voz resonó hueca y profunda en un sepulcro abierto. Cuando me veas pensativo y triste, no indagues en qué pienso; del ángel de las tumbas, tú, ángel de luz, ¿pudieras tener celos? Ella alzó entonces los rasgados ojos y preguntó con miedo: «¿Será verdad que alguna vez, bien mío, resucitan los muertos?»
A ***
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