• Pálida, triste, en lágrimas bañada
    y herida el pecho de profunda pena,
    hermosa virgen, de amargura llena,
    a solitaria tumba se acercó;

    y al recorrer con lánguida mirada
    el yerto polvo que el sepulcro encierra,
    en llanto amargo humedeció la tierra
    y en lastimeras quejas prorrumpió:

    «¡Ya no late tu pecho esforzado;
    ya en el cielo tu...