• Tenía cierta vieja de costumbre,

    al meterse en la cama,

    arrimarse en cuclillas a la lumbre,

    en camisa, las manos a la llama.

    En este breve rato,

    le hacía un manso gato

    dos mil caricias tiernas:

    pasaba y repasaba entre sus piernas.

    Y como en tales casos la enarbola,

    tocaba en cierta parte con la cola.

    Y la vieja cuitada

    ...