• La seda de tus lánguidas pestañas
    a proteger tus ojos descendía,
    ante la encantadora bicromía
    de las aristocráticas arañas.

    Un solemne mutismo de campañas
    al Vesper nuestras almas invadía;
    y, de súbito habló la melodía
    con un dulzor de pastoriles cañas...

    Para escucharla, se detuvo el viento...
    a la maga caricia de su acento,
    vibró...