CADIZ. — JULIO DE 1846.
¡Sagrado mar, cuyo rugido atruena
al romperte á mis piés en choque rudo,
oye mi voz que temblorosa suena:
Occéano inmortal, yo te saludo!
Déjame que asombrado y sin aliento,
al verme junto á tí débil y solo,
contemple ese vaiven que...