Erré, cándido Gino, largo tiempo,
y grandemente erré. Mísera y vana
juzgué la vida; insulsa más que todas
esta presente edad. Intolerable
fue y pareció mi lengua a la dichosa
prole mortal, si es que mortal se puede
llamar el hombre. Entre desdén y asombro,
del Edén odorífero en que habita,
rio la alta progenie afortunada,
y me llamó infeliz...