•      A la montaña he subido, satisfecho el corazón.
    En su amplitud, desde allí, puede verse la ciudad:
    un purgatorio, un infierno, burdel, hospital, prisión.

         Florece como una flor allí toda enormidad.
    Tú ya sabes, ¡oh Satán, patrón de mi alma afligida,
    que yo no subí a verter lágrimas de vanidad.

         Como el viejo libertino busca a la vieja querida,...